jueves, 13 de septiembre de 2012

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¿Quién probará el vino?

Salir a cenar fuera, si no es con los amigos de siempre, cada vez crea más inseguridad. Y es que si ya es difícil acertar con un sitio que sea válido para vegetarianos y carnívoros, esté a una distancia adecuada de todos, y entre en un rango de precio acertado para cualquier cartera, para colmo tiene que tener "una buena bodega".

Desde que algunas empresas celebraban parte de sus eventos entre viñedos, donde a los empleados de las primeras les daban un curso acelerado de sulfitos, lágrimas, garnachas, tempranillos y demás, o desde que fue regalo económico de groupon para Fulanito, "que es muy moderno, y estas cosas las valora", los demás tenemos que sufrir ese momento, eterno, que es la elección del vino y la posterior cata y comentario de nuestro sumiller particular, de dudosa fiabilidad.

Para los que no tenemos ni idea de vino, si nos toca elegir, con cuatro cosas nos vale:
1. Si es carne, tinto. Si es pescado, blanco. Y si es algo que no sabemos, que elija otro. Preferiblemente no quien ya sabemos.

2. Ribera del Duero o Rioja suelen ser aceptados por todos. Además nos ahorramos el rollo político anti o pro independentista que se nos puede venir encima si pedimos un vino del Penedés o del Priorato. Rollo que vendrá una vez hayan caído un par de botellas.
3. Crianza y Reserva se supone que son mejores por su antigüedad en las barricas. También por su aumento en el precio.
4. Si el vino de la casa cumple los tres puntos anteriores, podemos estar contentos porque, generalmente, suele tener mejor maridaje con nuestras carteras.

Una vez pasado el trago de la elección, vuelve el camarero con la inevitable frase: "¿Quién probará el vino?" momento de rubor aprovechado por unos para mantener una conversación lo más alejada posible de este circo, pero de gloria para nuestro recién licenciado en taninos. Es esa escena que tendrá una duración real de unos treinta segundos pero que a algunos se nos hace eterna. Se marea un poco la copa, se huele, se pega un sorbo, se hace una especie de enjuague extraño y finalmente se pone al camarero una cara de aprobación parecida a la que pondría un emperador romano a la hora de condecer el indulto a un gladiador.
Si se  disfruta de una buena ubicación, merece la pena observar la cara del camarero mientras espera el indulto o la condena. La definición por excelencia de la conocida cara de póker.

Afortunadamente, nunca me he visto en la situación de que devuelvan el vino, pero salvo que tenga corcho dentro, sepa a vinagre o esté hirviendo, las excusas tienen que ser de lo más curioso: "las sensaciones de frutos del bosque están demasiado presentes...", "el ataque deja mucho que desear...", "en paladar no es como en nariz...". Si se da algo parecido, podemos estar seguros de que a partir de ese momento, para los camareros, seremos "los gilipollas de la mesa cuatro".

En resumen, que hay unos pocos que saben mucho de vino, unos muchos que no tenemos ni idea, y otros tantos que tampoco la tienen y a los que el hecho de hacer un curso de cuatro horas en una tarde no les otorga el derecho a vendernos las virtudes de su supuesto paladar de oro. Que una cosa es que no sepamos de vinos y otra es que no distingamos entre quién sabe de ellos y quién ha hecho el curso acelerado.

2 comentarios:

  1. Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaajajaja. Qué gran explicación de la situación y el mundo de la enología (palabra que antes nadie conocía...). Menos mal que en mi casa siempre lo prueban mi padre o mi hermano ... mientras yo me río o miro para abajo, dependiendo del sitio y el camarero.

    Carcajadas me he echado con lo del indulto romano. No hay comparación mejor. Es usted muy observador. XD

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    1. A mí es que estas cosas me hacen mucha gracia. Y, como digo, lo mejor es la cara del camarero.
      Me alegro de que te haya gustado, Carolina. Muchas gracias.

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