jueves, 22 de noviembre de 2012

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Terror en el hipermercado

Si la semana pasada la idea era romper una lanza en favor del pequeño comercio, hoy se trata de clavarla en el corazón de su rival: el hipermercado. Por mucho que quieran vendernos este tipo de establecimientos como lo mejor que le ha pasado al consumidor, la realidad es que sólo falta que pongan un ambientador de azufre para que sea lo más parecido a la antesala del infierno.

Como no sufrimos bastante estrés durante los días de diario, qué mejor que dar otra vuelta de tuerca los sábados en el "híper". El estrés allí generado es tal, y son tantas las trampas que encontraremos, que ahora empiezo a comprender por qué la gente va en chándal. No es por comodidad, o por una "elegancia informal". Es una cuestión de autoprotección. Al igual que el que hace boxeo emplea un protector bucal o el que va en moto se pone un casco.


Básicamente, todo se resume en dos trampas mortales: los carros y las columnas. Empezando por la cadenita que sujeta un carro a otro. Cuando uno (si es hombre) saca el carro, podrá observar cómo la cadena donde va la moneda, y que le acompañará durante toda la experiencia consumista, tiene la altura exacta para que cuando pendule (que lo hará durante todo el trayecto) golpee en "las partes nobles", como dicen los comentaristas de fútbol. Primer aviso de Lucifer. Y pasamos de largo por lo de las malditas ruedas gripadas, de vida independiente, pues ya hay todo tipo de literatura sobre ellas.

Lo que merece una observación más profunda es el tema de las columnas. Si uno mira hacia arriba verá que muchas de esas columnas no sustentan absolutamente nada y, además, están hechas de materiales tan débiles que casi es mejor que no realicen esa función. Entonces, ¿para qué sirven?
1. Para que no nos embalemos con el carro pudiendo escapar de las ofertas, yendo sólo a por lo que necesitamos. Junto con el método de la rueda gripada es un sistema de control de nuestros movimientos demoledor. Posiblemente importado de la Stasi de la Alemania Oriental.
2. Como sistema de defensa para que los empleados, cual astuta perdiz en un domingo de caza de octubre, tengan un lugar donde esconderse en caso de ver a alguien solicitando un precio, buscando un artículo perdido, o preguntando si los packs de las latas de tónica son divisibles.

Para cuando hayamos superado la tortura de la compra, ya le habrán cambiado el aceite al coche. Es el momento de regresar al hogar, tachar de la lista olvidada en casa por la mañana todo lo realizado y felicitarnos por nuestra buena memoria. Un brindis por esa docena de huevos que ha llegado íntegra.

En resumen, que si no fuese por la distancia, las columnas anti-sistema, las colas que se forman en las cajas y los golpes en el talón provocados por otros carros, los hipermercados serían lugares a los que hasta se podría ir con traje y corbata. Pero de momento, el chándal es a la compra lo que el kimono al judo.

2 comentarios:

  1. Espero (y deseo) que haya una segunda entrega, se me ha hecho corto y es que el mundo Hiper puede dar mucho de yes.
    Crack!
    E.E.

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    Respuestas
    1. Gracias E.E.!
      No creo que haya segunda parte porque es un tema muy trillado, que como dices da mucho de sí, pero del que seguro que en internet se ha escrito muchísimo.
      Pero espero que el de la semana siguiente también te guste ;)

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