jueves, 31 de enero de 2013

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Hombres, mujeres, cuero y tabaco

Miro el calendario de mi mesa, que incluye cada día del año un anuncio de las décadas 60 y 70, y me resulta curioso ver como en publicidad algunas cosas no han cambiado nada y otras, por el contrario, no hay quien las reconozca. La masculinidad, por ejemplo.

Hace décadas se decía que el hombre debía oler a cuero y a tabaco. Y viendo el anuncio del calendario, de un after shave denominado Yardley, no hay duda de que esa máxima tenía tirón. El texto dice algo como "Cuatro grandes fragancias masculinas. Una de ellas es totalmente nueva". 
Según esta imagen, todo hombre viril que se preciase, debía de ir con guantes de cuero, fumando, echando un buen pestuzo a coñac, y oliendo a una fragancia que tiene una pinta de pachulí que echa para atrás. Si comparamos la loción aquí presente con la pegajosa colonia Varón Dandy, seguramente esta última emita los mismos efluvios que una grapadora. Ninguno.

jueves, 24 de enero de 2013

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La publicidad en el deporte

Prácticamente todo equipo deportivo que se precie tiene alguna marca impresa en sus camisetas, pantalones, cascos, bicicletas, motos y estadios. Incluso los árbitros de fútbol, supuesto ejemplo de imparcialidad, lucen en sus mangas marcas que nada tienen que ver con el deporte. Pero ¿dónde está el límite?

Una cosa es que un equipo cargue con publicidad a cuestas para salir adelante, y otra muy distinta es que, por culpa de esa publicidad, ya no sepamos ni de qué ciudad son los equipos que están jugando.
En el caso del balonmano, y hablamos de equipos de primera división, encontramos perlas como las siguientes: Naturhouse La Rioja, GlobalCaja Ciudad Encantada, Academia Octavio, Helvetia Anaitasuna o Reale Ademar León. El mundo del fútbol sala no se queda atrás, y bautiza a sus equipos con nombres como Colegios Arenas Gáldar, Inter Movistar, Ríos Renovables o Fisiomedia Manacor.

jueves, 17 de enero de 2013

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Fruteros, mercados y CRM

Cuando hablamos de CRM, análisis de cartera, marketing one to one, orientación al cliente, etc. muchas veces tiramos de empresas de consultoría de tres apellidos ingleses, cuando viendo lo bien que manejan a los clientes el frutero o el pescadero del mercado, a lo mejor salía más rentable contratar a estos, y darles un curso de informática.

Por muchas herramientas modernas de gestión de clientes que encontremos en el mercado, que además suelen ser de precios desorbitados, nada hay que supere al tendero en atención al consumidor.
El auténtico técnico en gestión de clientes sabe vida y milagros de la gente que visita su puesto. Pregunta por los juanetes de la señora Remedios, se interesa por la próstata del marido de Doña Encarni y se informa por las notas del nieto de la señora Fuencisla. Y mientras tanto, trocea muslos de pollo a la vez que le explica a una joven recién emancipada cómo preparar un caldo con un hueso de jamón. Todo ello adornado con piropos como reina, preciosa, cielo o cariño, términos que pondrían celosos a muchos maridos, pero que en boca del tendero parecen tener bula papal.

jueves, 10 de enero de 2013

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Surrealismo en veinte segundos

El surrealismo es un movimiento artístico que como tal está muy bien, pero trasladado al mundo de la publicidad televisiva, donde un anuncio se suele retener en la memoria lo que tarda en empezar el siguiente, es un ejercicio, cuando menos, arriesgado.

El problema de esta corriente llevada al mundo de la publicidad es que, como no se gestione bien, puede machacar al producto durante una buena temporada. Podremos recordar durante mucho tiempo cómo se publicitaba, pero raro será que venga a nuestra memoria qué se publicitaba. Cierto es que, bien empleada, puede servir para que algunos anuncios pasen a formar parte de nuestro subconsciente un período mayor del que lo hace un anuncio de características más clásicas.

jueves, 3 de enero de 2013

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¡Me lo pido para Reyes!

Hay quien dice que la publicidad es el arte de separar a la gente de su dinero. Como todo, es una postura muy discutible, pero hay una fecha en el año en la que se cumple ese dicho. Y es en los días previos a los Reyes Magos.

Si hay una publicidad complicada de controlar es aquella que va dirigida a los menores, sobre todo a los que se mueven en la cándida y feliz época en la que son conscientes de que hay tres señores que vienen a camello y traen regalos, pero todavía no tienen la más mínima sospecha de que esos señores vienen, pero previo paso por caja. A portes pagados.
Eso implica "pedirse" todo aquello que aparezca en televisión y pueda tener el más mínimo interés, pues, al fin y al cabo, no cuesta nada. La ligereza de la frase "me lo pido para Reyes" es inversamente proporcional a la dureza que adquiere la glotis de los sufridos padres, quienes, en dulce compañía, prestan atención a dos cifras: la edad recomendada del juego en cuestión por un lado, y el siempre antipático precio en euros.