jueves, 10 de enero de 2013

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Surrealismo en veinte segundos

El surrealismo es un movimiento artístico que como tal está muy bien, pero trasladado al mundo de la publicidad televisiva, donde un anuncio se suele retener en la memoria lo que tarda en empezar el siguiente, es un ejercicio, cuando menos, arriesgado.

El problema de esta corriente llevada al mundo de la publicidad es que, como no se gestione bien, puede machacar al producto durante una buena temporada. Podremos recordar durante mucho tiempo cómo se publicitaba, pero raro será que venga a nuestra memoria qué se publicitaba. Cierto es que, bien empleada, puede servir para que algunos anuncios pasen a formar parte de nuestro subconsciente un período mayor del que lo hace un anuncio de características más clásicas.
Un ejemplo lo tenemos en los anuncios de Telefónica con su famoso 11811, donde durante unos segundos parecía que habíamos ingerido una dosis potente de LSD y veíamos pasar por la pantalla cosas extrañísimas, como un tío vestido como Tony Manero con un peinado a lo afro de un tamaño que deja el navideño tupé de Imanol Arias a la altura del betún. De esa campaña hubo varios reclamos, como este o este otro. Un ejercicio arriesgado del que no hay duda del éxito, pues muchos hemos sufrido el varapalo en la factura telefónica por recordar ese número y no otros gratuitos que ya se encargan de que no sean fáciles de recordar.

Y todo esto nos lleva al intrépido anuncio de Manolo Santana. Somos muchos los que nos hemos encontrado frente a la televisión, sin interés aparente en las imágenes, hasta que en un abrir y cerrar de ojos se nos ha caído un mito: el en otros tiempos mejor tenista, ataviado con un vestuario digno de los próximos carnavales, mezcla futurista entre Robin Hood, un predicador americano, La Naranja mecánica, y Schwarzenneger en la película Perseguido. Es como ver en TV a Rafa Nadal vestido de fallera, subido en una diligencia, anunciando máquinas de contar francos suizos. Surrealista sí, ¿pero efectivo?

Hay gente que dice que este tipo de anuncios son un éxito porque, como en este preciso momento, se escribe y se lee sobre ellos, que es de lo que se trata,  pero no nos engañemos. Se habla acerca de qué habrá pasado por la cabeza de D. Manuel Santana para prestarse a semejante aberración, de si anda mal de pasta o de si era un favor a un muy buen amigo. Pero casi nadie, salvo la familia Santana y el personal de la agencia responsable de esta obra de arte, recordaremos qué producto se publicitaba y, menos aún, la marca.

En resumen, que todavía nos quedan muchos momentos de sorpresa y diversión televisiva, no ya en los programas sino en los bloques comerciales. Y es que la publicidad ayuda a vender, pero no siempre.

6 comentarios:

  1. Entre que soy muy poco amigo de cualquier manifestación del surrealismo (excepto quizá, en pequeñas dosis, en el humor) y que albergo una casi patológica desconfianza hacia la publicidad de nuestros días, dudo mucho que este tipo de anuncios lleguen a convencerme nunca para comprar el producto.

    Personalmente en la publicidad hecho en falta mensajes sencillos, información clara y útil, y honestidad en las formas y en los contenidos. Aunque no venga a cuento, em gustaría señalar que a veces mi aversión a los anuncios (y me cerrazón mental con ellos) no viene tanto del contenido de los anuncios en sí, que a veces es bueno, sino del modus operandi del medio de comunicación donde se emiten, colocándonos por ejemplo 20 minutos seguidos de publicidad en medio de una película. Creo que las cadenas de televisión hacen mucho daño a las propias marcas con estas políticas.

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    1. El problema de la publicidad en la televisión privada es que es la única manera de mantener a la cadena funcionando. Y antes eran sólo los bloques de 20 minutos, que todos aprovechábamos para lo mismo. A mí lo que me desespera es lo de los anuncios no antes ni después de la película, sino durante el tiempo, durante los deportes, durante la información cultural, etc.

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    1. Echando un vistazo a su interesante y prolífico blog (laplumaviperina) se entiende que ha sido un desliz y no otro damnificado de la LOGSE.

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  3. Esa publicidad surrealista de la que hablas en muchos casos busca satisfacer más al creador de la misma (agencia/creativo) que a los intereses reales de la marca anunciadora, ejemplos en TV hay muchos... Pero ojo, ese surrealismo a veces funciona, arriesgar es vital, ayuda a crear piezas diferentes que ayudan a las marcas a cumplir sus objetivos, pero esos 20 segundos de surrealismos deben de ser inteligentes y con sentido común.

    Un abrazo Carlos!!!

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    1. Totalmente de acuerdo en que arriesgar es vital. Creo que es la base del éxito en un mundo que se basa en la sorpresa y en estimular la mente del consumidor. El problema, como dices, es cuando puede más el ego del creativo que las directrices trasladadas por el cliente, si es que éste las tiene.
      Un abrazo.

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