Madrid: tirón de orejas 2020

Ha habido suerte y se ha impuesto la cordura: las Olimpíadas para otros. Y es que los españoles estamos tan acostumbrados a la corrupción, a las comisiones del diez por ciento y a los concursos asignados a dedo, que nos creemos que por intentar aparentar honradez durante una semana, los demás van a picar.

Que se lleven los juegos olímpicos lejos de España tiene que hacernos felices. Ha triunfado el sentido común, y el trabajo bien hecho, sobre la avaricia, la usura y la falta de integridad. Lo que ya no da tanta alegría es que sean otros los que vengan a tirarnos de las orejas y a decirnos que antes de poner la casa en alquiler, lo mínimo no es ya enseñarla limpia sino poner puertas, ventanas, pagar los recibos de la luz y el agua y, sobre todo, saber escribir correctamente el cartel de "se alquila".

Las armas de España en busca de los juegos son de lo más interesante y repetidas hasta la saciedad: separatismos regionales varios, descomposición absoluta de la sanidad y la educación, niveles de corrupción no vistos desde hace siglos en una cultura supuestamente civilizada basados en una crisis no ya económica sino de valores... Y como brillante colofón, y para que se vea bien que entendemos de votaciones, nadie que sepa más de ello que una alcaldesa puesta en el sillón por el imparcial sistema del dedo, junto con un príncipe, rodeado de escándalos, elegido por el equitativo y ecuánime método de la sangre real.

Es curioso pero, por alguna extraña razón, los de fuera no saben apreciar esa costumbre nuestra de pasear a las cuatro de la tarde con el palillo entre los dientes, acariciándonos la tripa, a pesar de no haber probado bocado en días.