jueves, 26 de diciembre de 2013

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Ponerse de rodillas

Tras media hora de observación en la calle comercial de turno de cualquier ciudad (Arenal en Madrid, Corrida en Gijón, Tetúan en Sevilla, Santiago en Valladolid, etc.) cualquiera puede darse cuenta de que la mendicidad se resume en dos posiciones: la idealista y la pragmática.

La postura idealista es la empleada por aquel que todavía confía en el prójimo y, arriesgando su integridad, se sitúa de rodillas en el centro de la acera, con los ojos cerrados, la cabeza agachada y sujetando con una mano un vaso de plástico blanco con unas monedas. Una situación humillante para él, ya que la gente es completamente insensible a su ruego, a la vez que temeraria, pues lo más que puede pasar es que sea atropellado por la corriente humana que circula esquivándole y siendo tratado
como un estorbo.
Por el contrario, el pragmático es el que ya ha estado en la posición del anterior y habiendo sufrido los cardenales, pisotones, rodillazos y demás caricias, es consciente de esa nula sensibilidad que circula a su alrededor, por lo que se mantiene en pie ofreciendo alguna alternativa como vender pañuelos, periódicos de extrañas cabeceras o cargar con las bolsas de la compra. Comercialmente mejor planteado y más útil para los griposos, los lectores ávidos de nuevos contenidos y los de brazos débiles.

La primera postura no dice nada en favor de quien se ve en ella. Hoy día es una degradación sin sentido. Vivimos la vida a un ritmo tal, que ver a alguien de rodillas ya no significa nada salvo que vaya acompañado de un anillo de compromiso o con un altar por delante.

2 comentarios:

  1. Quien se degrada a sí mismo consigue el efecto contrario al deseado, es decir un fuerte rechazo y que no le den ni un céntimo.

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    1. Ahora sí, pero hace unas décadas ese sistema, por el motivo que sea, funcionaba. Creo que va en función de las sociedades. Cuanto más capitalistas sean, menos funciona lo de la pena y la misericordia.

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