jueves, 27 de febrero de 2014

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El mundo del regateo

Hay compradores que disfrutan con eso del regateo. Casi les importa más el descuento obtenido que el producto que se llevan a casa. El éxito consiste en sacar por diez lo que parecía costar cincuenta. ¿Merece la pena el regateo o es preferible la seguridad del precio fijo?

Personalmente, tengo una gran manía al mundo del regateo, a los comerciantes que fomentan esa estrategia y, en especial, a los espabilados que pretender sacar por seis algo que marca diez, a pesar de que el precio inicial ya les parecía adecuado, sólo por hecho de creerse más listos.

No hay espectáculo más bochornoso que el de un fulano que se ha gastado tres mil euros en un crucero por el Caribe y que, mientras saborea un daikiri, es capaz de regatear dos dólares al negrito de turno, a cambio de un objeto artesanal típico de la zona.

Lo más triste de esta práctica es que los regateadores se quedan con la sensación de haber engañado al comerciante, y que sus grandes dotes de agresividad comercial deberían llevarles directos al parquet de Wall Street. Su ego les hace pensar que el vendedor se levanta por las mañanas para perder dinero y que prefiere no ganar un euro a cambio de disfrutar de las dotes de negociación, el encanto y el savoir faire del tiburón financiero de turno.

Yo no soy de entrar en este tipo de juegos y me decanto por los sitios de precio fijo. Aunque  posiblemente también se aprovechen en exceso, me ahorro entablar una batalla dialéctica de la que siempre voy a salir perdedor. A lo más que llego es a pedir un chupito de la casa en los restaurantes.

4 comentarios:

  1. Detrás de la práctica del regateo está el timo o, como mínimo, una falta de transparencia evidente, sobre todo en zonas muy turísticas.

    Otra cosa es que el nivel económico del país o la diferencia entre la capacidad adquisitiva de los oriundos y la de los foráneos haga que muchos turistas se tomen sus compras como una forma de dar limosna “a estos pobrecicos, que no tienen nada, ¿qué nos suponen a nosotros veinte euros?”. Pero resulta que yo a los viajes no voy para hacer caridad y no me gusta nada que me estafen. Cuando quiera dar donativos iré a Manos Unidas y no a los tenderetes de estos jetas.

    Lo que más me preocupa es que estas prácticas oscuras y abusivas se están poniendo cada vez más de moda, y con todo el descaro, en nuestro propio país. Y si no que me expliquen qué diferencia hay entre los voceros de la medina de Marrakech, del Gran Bazar de Estambul, de un mercado de Alejandría o de los puestos de Playa del Carmen (México) y los comerciales españoles de telefonía móvil o los directores de sucursal bancaria. Con los de atención al cliente de MoviStar también hay que andar regateando y fingiendo que quieres la baja o la portabilidad para que te recorten la factura o te regalen un móvil. Con los empleados de las Cajas tienes que estar debatiendo sobre lo que te dan en la entidad de enfrente o sobre los recibos que puedes o quieres domiciliar para que te prometan un punto más de interés por un depósito. Todo ello redunda en perjuicio del cliente, de la seguridad en las transacciones y del más elemental sentido de la justicia, ya que siempre termina pagando en exceso el más honrado, el más tímido o prudente, el que carece de información o las personas mayores.

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    1. Interesante su post acerca del mismo tema, y me alegra ver que no soy el único que lo aborrece. Huelga decir que la coincidencia en el tema ha sido casualidad.

      Coincido con usted respecto a lo de las operadoras móviles. Lo cachondo es que Movistar, Vodafone y demás ralea acusaban a los clientes de forma encubierta con eso de que el sistema que se empleaba para cambiar de móviles era insostenible, cuando ellos fueron los que nos educaron en la famosa estrategia del amago de portabilidad.

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  2. Jalbert Jaguilar1/3/14 00:59

    Pues si, es triste ver a alguien con un Rolex regateando en el top manta y dice lo suficiente de esa persona.

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    1. Jalbert, usted que se mueve por ambientes selectos, sabe que el regateo no distingue clases y es una cuestión de creerse más listo que los demás.

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