jueves, 17 de abril de 2014

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Animales ¿de compañía?

De toda la vida, la gente que deseaba compartir su existencia con una mascota, manteniendo una relación de aprendizaje mutuo, apostaba por un perro. Pero llevamos una racha, larga, en la que por la calle se ven bichos rarísimos, y al final de la cuerda, un dueño aun más extraño.
Hasta no hace mucho, la cadena de demanda de los animales era muy sencilla: Si hay varios
miembros en la familia o si se es muy sacrificado, se tiene un perro; si se es muy independiente, un gato; y si apenas pisamos por casa, un acuario con peces, un jilguero o una tortuga. Pero eso de compartir un piso en la ciudad con una oca, con un hurón, con serpientes, con nutrias o con un pavo real es, cuando menos, preocupante. ¿Qué sobra o qué falta en las cabezas de sus dueños?

Yo no sé si es un complejo de inferioridad que se quiere paliar a base de buscar una exclusividad mal entendida, como los que llaman a sus hijos Thais, Eros o Lluvia y se apellidan García o Pérez, pero desde luego que convivir en un piso de setenta metros con un cerdo vietnamita no puede traer nada bueno. Los cerdos en España son ibéricos y están en la dehesa extremeña, comiendo bellotas y revolcándose en el fango, que es su naturaleza. De los vietnamitas desconozco su hábitat, pero solo por el nombre y su gentilicio seguro que no está en un cuarto piso interior de la Gran Vía madrileña.

Iguanas, tarántulas, boas, serpientes de cascabel, musarañas, lémures castrados... confiemos en que Dios no tenga el mismo criterio que Noé y sea más exigente con los amos que con los animales, dejando a algunos de los primeros en la estacada si llega el momento de la selección.

5 comentarios:

  1. Una compañera mía del colegio tenía de mascota una iguana, a veces se la traía a clase y la escondía debajo del jersey del uniforme. Era una mascota curiosa desde luego.

    Pero bueno, tampoco voy a criticar la gente que tiene estas mascotas, las típicas de la tortuga, el pajarito o el pez han sido porque era lo único que se vendía y lo más barato, no porque estén mas justificadas que tener cualquier otro bicho extraño. Tan feos son los peces eso negros con bigotes, como los perros de cara aplastada que no pueden respirar, o como un tarántula. A mí cualquier tipo de animal o bicho en casa me desagrada.

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    1. Allá cada uno y sus extravagancias, pero no es lo mismo tener en casa un perro, por muy feo que sea, que tener una boa o un murciélago. Por mucho que digamos, no son animales domésticos al uso. Para mí, un animal doméstico es el que tendría cualquier madre (normal) sin que llamase la atención.

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  2. Lo del cerdo vietnamita tiene tela. Además de pulirte el parquet con su barriguita, oiga: ¿qué clase de arenero se le pone para que el porcino realice sus necesidades fisiológicas?¿basta uno de sílice o le hacemos un corral en la terraza? ¿duermen en un canasto acolchado estampado de cerditos a los pies de la cama? ¿acaso cuando llegamos, sale a recibirnos con un dulce oing-oing y nos lame con ternura moviendo su colita? De locos!

    Lo peor es que los caprichos de estos extravagantes acaban siempre en las alcantarillas; sueltos por el campo o en el cubo de la basura.

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    1. Efectivamente, Nago. No es lo mismo tener un perro o un gato, que un bicho del que poco se sabe. Y al final, como nadie lo quiere cerca, pues inspira desconfianza, acaba abandonado a su suerte.

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  3. Jajajaja, qué razón tiene usted, como es habitual...

    A mí, la primera vez que vi un hurón amaestrado, se me cayó la mandíbula a la arena del Parque Guell, que era donde estaba. Pobre hurón. Y en aquel viaje por Barcelona, vi más de uno. Estaba de moda entre los modernos, creo.

    La verdad es que dan bastante pena. Por lo que he visto (y como bien habéis dicho), la gente se cansa bastante rápido de estos pobres animalillos extranjeros y los dejan ahí a la buena de los dioses. Por mi jardín se han paseado, a lo largo de los años, tortugas grandecillas con aspecto extraño y varios lagartos que debieron quedárseles demasiado grandes a sus dueños (o se escaparon de sus jaulas, vete tu a saber). Cuando digo grandes, es que de narices (?) a la punta de la cola deben tener una embergadura de más de un metro. Se ponen en la escalera al sol, a calentarse la sangre. Y yo, mientras no me muerdan, les dejo que se tuesten todo lo que quieran. Con suerte se comen unos cientos de mosquitos tigres y eso que me ahorro.

    A todo esto, vendo ranas baratas y pájaros piadores nocturnos, que son insufribles y no me dejan dormir. ¿Quién da más?

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