jueves, 5 de junio de 2014

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Los perdonavidas

En más ocasiones de las que nos gustaría nos encontramos con personas a las que, hagamos lo que hagamos, parece que les debemos la vida. El problema viene cuando a esas personas las ponen de cara al público.

Todos tenemos días malos en los que maldita la gracia que nos hace estar obligados a interactuar con otras personas.  Pero cuando por motivos laborales debemos dar la cara ante los demás, tenemos que ser profesionales y guardarnos el cabreo para nosotros mismos, pues nadie tiene la culpa de nuestro malestar. Aún así, somos humanos y, como todos nos levantamos a veces con el pie cambiado, podemos ponernos en el papel del otro y perdonar.

Lo que no tiene justificación alguna es ese personaje, habitual de mostradores donde se forman colas, que día tras día es desagradable por principio con todo el mundo pero que se deshace en halagos con sus compañeros. Impresentables de doble rostro capaces de dispensar un trato vejatorio a un pobre anciano que únicamente desea entregar el borrador de Hacienda, y a la vez reír el comentario irónico y despectivo de su compañero de ventanilla hacia nuestro antecesor, al que tachan de imbécil por olvidar rellenar la casilla 35.7.4. Siniestros administrativos que demuestran su superioridad buscando con afán nuestro fallo.

Debe de ser que los que tenemos que compulsar un DNI, tramitar una transferencia, solicitar un duplicado o sellar un documento en el registro general, no merecemos de los privilegios de su sonrisa ni de su simpatía. Somos seres inferiores puestos allí para molestarles. Como decía Forges, los funcionarios saben cosas que los humanos ni sospechamos.

1 comentario:

  1. Llorente9/6/14 20:39

    A mí también me molesta mucho que me interrumpan cuando estoy jugando al solitario, sobre todo cuando, por fin, uno está a punto de salir.

    Saludos.

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