Hace ya tiempo, en la entrada donde dije digo, digo Kevin, ya vimos las excentricidades en los nombres que algunos españoles ponemos a nuestros hijos, pero los Brais, Jessicas, Lluvias y Edgards quedan totalmente eclipsados ante algunas joyas de Hispanoamérica.
Cubanas que llamaron a su retoño Usnavy como homenaje a aquella tórrida relación con un marine de Cleveland previa a la llegada de Castro al poder; Usmail por aquellos matasellos en las románticas cartas que iban de norte a sur del continente; colombianas aficionadas al mundo presidencial norteamericano entregadas a nombres para sus pequeños como Jefferson, Washington, Lincoln y demás; fanáticas de las serie Dinastía que encontraron el paraíso onomástico en Asfalón por aquello de los créditos iniciales donde se leía "Pamela Sue Martin as Fallon Carrington Colby", y tantos otros delirios.
En este artículo de la BBC, muy recomendable, se citan muchos más ejemplos, como Dansisy (por Dance easy), Dayesi ("sí" en ruso, inglés y español) u Odlainer (Reinaldo al revés). Todo un muestrario de despropósitos al que ya en 2007 se planteó poner límite en Venezuela y reducirlo a una lista de cien nombres, bajo un motivo totalmente lógico: frenar la desbocada creatividad que muchos padres evidencian a la hora de escoger y registrar el nombre de sus hijos.
Como todo, en el punto medio está la virtud. Ni el santo del día, fuese cual fuese, o los reyes godos, pero tampoco estos derroches de imaginación. Ni calvo ni tres pelucas.
Unos padres que deciden llamar Usnavy a su hijo son, sencillamente, subnormales, pero más subnormal es un Estado que permite inscribir semejante payasada en el Registro Civil.
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