jueves, 18 de diciembre de 2014

4

La cena de Navidad de la empresa

Ni puenting, ni descenso de barrancos ni salir a torear una vaquilla en la capea de un amigo. Si hay un momento en el que andar con pies de plomo y mantener el tipo, ese es el de la entrañable, y peligrosa a la vez, cena de empresa de Navidad.

La comida o cena navideña laboral saca a la luz en pocas horas todo lo que llevamos acumulado desde el comienzo del año. Motes malintencionados e hirientes, cuchicheos sobre supuestas relaciones entre empleados, críticas negativas hacia la propia compañía por parte de mandos intermedios que no entienden cómo no llevan ellos el timón del negocio, quejas sobre los horarios de entrada del resto de compañeros quienes, por supuesto, trabajan la mitad y cobran el doble, etc.

Este caldo de cultivo se va acumulando durante el año y, tras una calma tensa, suele explotar en el momento en el que los camareros sirven la tercera copa de vino. Los más celestinos comentan en petit comité las miraditas entre el director financiero y la responsable de recursos humanos. El grupo de empleados veteranos pone a caer de un burro a excompañeros indefensos y critican de modo socarrón procedimientos que ha puesto en marcha un director que se encuentra a bastante mantel de distancia, pero no tanto como ellos creen. Los que no tienen recursos propios muestran su catálogo de gracietas recibidas por Whatsapp sin preocuparse por ideologías ni tendencias del resto de comensales. Y en un rincón, el compañero que se incorporó en octubre mira contínuamente su teléfono móvil en busca de esa llamada amiga que le permita ausentarse unos minutos de su soledad en compañía.

Una vez despellejados los ausentes, con las frascas de crema de orujo en su mínimo histórico y fumando dentro del local como acto de rebeldía, es el momento de elegir la siguiente parada. Los más sensatos se baten en digna retirada, los moderados se apuntan a una copa rápida al lado de la oficina en la seguridad del terreno conocido, los inclasificables apuestan por un karaoke y los más impresentables alardean sin ningún rubor sobre un bar a las afueras, regentado por unas calurosas jóvenes de Europa del Este.

Al día siguiente, entre Gelocatiles y viajes a la fuente de agua, muchos tendrán en mente que para alguno la de anoche fue posiblemente su última cena de Navidad en la empresa. Por suerte para ellos, muchos son los llamados y pocos los elegidos.

4 comentarios:

  1. Lo más prudente en estos saraos es beber solo agua y cumplir con el viejo refrán castellano: del jefe y del burro, cuanto más lejos, más seguro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué sabio es el refranero y qué lecciones de brevedad y concisión nos ofrece. Felices fiestas, Sr. Neri.

      Eliminar
  2. Muy bueno, me he reído mucho, no tengo el gusto de tener esas divertidas comidas de empresa, pero sin duda sería del grupo de los inclasificables.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Divertidas, sin duda, son. A la par que peligrosas. Debo reconocer que yo entraría en el grupo de la copa rápida, pero con muchas posibilidades de acabar en el karaoke. Feliz Navidad, Aprendiz.

      Eliminar