Entre las cosas que hoy en día aún quedan libres de
normalizaciones, estándares y convenciones, se encuentra el sentido en el que
se escriben los títulos en los lomos de los libros, los discos o cualquier otro
elemento clasificable y archivable en estanterías.
¿Ascendente, descendente, en horizontal si el grosor del
libro lo permite? Incluso algún osado se ha atrevido a poner el rótulo en
vertical, con las letras apiladas. Sólo me falta verlo en bustrófedon. ¿Acaso
soy el único cuyo cuello se queja mientras leo los lomos en busca de algún
ejemplar interesante?
Algo parecido podría decirse del empleo del orden alfabético
en las pocas tiendas de discos que quedan. ¿Por nombre del artista, por
apellido, dónde colocar a los grupos con nomenclatura numérica? Lo lógico sería
por apellido, porque ¿a quién se le ocurriría buscar a Joaquín Sabina en la J? Sin
embargo, si los discos de Josele Santiago se colocasen en la S probablemente no
los encontraría ni él mismo. En definitiva: al libre arbitrio del empleado de
turno.
Hasta ahora, al menos estaba claro que los artículos no
contaban, pero desde que las búsquedas se han informatizado, incluso este
pequeño convenio ha dejado de tener vigencia, creando un auténtico problema de
superpoblación en el archivo de la L, dada la infinidad de grupos musicales que
se llaman “Los algo”.
Reconozco avergonzado que en determinadas tiendas de discos tengo
que escudriñar un sector completo del expositor para encontrar al artista que
busco, incapaz de averiguar el diabólico orden que el reponedor siguió y
temeroso de preguntar a algún empleado y recibir la respuesta fatídica: “Pues
el ordenador dice que tiene que haber uno, pero no sé dónde…”
Probablemente, la costumbre de buscar cualquier cosa
poniendo su nombre en un campo y pulsando intro
me esté volviendo más torpe a la hora de enfrentarme con los objetos.
O eso, o que el mismo que me esconde las llaves en casa me
sigue cuando voy de compras…
De verdad, cómo se complica la vida a veces... Yo puede que lleve 15 años sin ir a una tienda de discos, con lo asidua que yo era a ir a escuchar los discos hasta que decidía cual me compraba.
ResponderEliminarYo ese problema lo tengo ahora con la carpeta de clientes: a Francisco del Moral Fuentes, o el típico Juan Santiago Alonso, que vete tu a saber cual es su nombre de pila... me cuesta la vida encontrarlos.
Juan Santiago tiene tela, sí... Algunos apellidos coincidentes con nombres de pila tienen el detalle de dejarse preceder por un "de" que simplifica las cosas, pero si no, es complicado.
EliminarYo creo que son técnicas de venta para que lo veas todo y de paso te lleves alguno más.
ResponderEliminarA mi también me esconden las llaaaves, la cartera, las gafas, el mecheeeero... :)
Pues puede ser una técnica de venta, no había caído. Y yo pensando que soy torpe.
EliminarSi alguna vez vienes a Málaga, no dejes de visitar cualquiera de las muchas librerías anticuarias que hay por el centro. Casi todas, a su vez, venden discos y, puedes encontrar verdaderas joyas a precios muy buenos.
EliminarEl último que he conseguido es el "Mireya" de Mistral. Y tengo bastante surtida, la discografía de los Beatles.
... qué disfruto cuando puedo en mi antiguo Garrard . :)
EliminarNo tengo previsto ir a Málaga a corto plazo, pero si lo hago tendré en cuenta esas librerías. Gracias por el consejo.
EliminarUn saludo.
Ir hoy a una tienda de discos es anacrónico.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, pero es que yo mismo soy un anacronismo, un tipo del siglo XX que ha viajado en el tiempo al siglo XXI y que se encuentra perdido en un mundo de siglas, pantallas luminosas e inglés.
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