Pocos placeres hay en la vida como disfrutar de la compañía de un perro. Nos enseña a pasear y nos demuestra eternamente lo que es el amor incondicional. ¿Por qué algunos desagradecidos se lo pagan humillándoles con atuendos ridículos?
Un perro es un perro. Y nada más hermoso que verlo correr tal cual vino al mundo, con sus manchas de barro, sus babas, sus cicatrices de guerra, e incluso con el extraño olor en su pelo tras un paseo bajo la lluvia. No necesita complementos. En su bondad está la elegancia y el atractivo.
¿Por qué someterles a unas seudo gabardinas, impermeables de cuadros escoceses, chalecos de punto o incluso sombreros? Yo no dudo de que sus amos los quieran con locura, pero no son conscientes de la humillación a la que son sometidos los canes. Si por la calle nos encontramos con una estampa similar, veremos como los Tobys, Atilas, Brutus y Willows agachan la cabeza, avergonzados, retirándonos la mirada.