El calor: los congeladores se mantienen en el mínimo y el resto de los productos se nutren del calor que mueve un ventilador. La cadena del frío es un término desconocido por completo y comprar una botella de leche o media docena de huevos es toda una invitación a protagonizar las esquelas del próximo domingo.
Los escaparates: Muy en la filosofía china basada en el enigma y el misterio, desde fuera es imposible ver qué se esconde tras sus cristales. Para ello, lejos de invertir en persianas o estores, su solución es pegar cartones de cajas de chucherías o futos secos, permitiendo que estos se decoloren por el sol, aportando una pátina de cutrez añadida.
La falta de escrúpulos: no tienen ningún reparo en vender alcohol, cigarrillos sueltos o papel de liar a menores, siempre y cuando estos lleven una mochila o algún doble fondo donde esconder la mercancía.
La desconfianza: para estos mercaderes orientales, todo el que entra en su establecimiento, lejos de ser un cliente, es un delincuente en potencia. Cuando no están mirando una película en mandarín o cantonés, su pasatiempo favorito consiste en seguir nuestro reflejo en los espejos que tienen ubicados a lo largo y ancho del negocio, buscando y deseando nuestro intento de delito.
Cierto es que en más de una ocasión nos salvan de un apuro, pero la conveniencia y disposición de estos establecimientos no debe ser patente de corso que permita bordear la línea de la salubridad y el respeto al cliente.
Bienvenido, Carlos, espero que haya disfrutado de sus vacaciones.
ResponderEliminarMuy agudo, pero se olvida de un aspecto fundamental: el incumplimiento manifiesto de toda la normativa en materia de horarios laborales y comerciales. Vayas a la hora que vayas siempre están abiertos y atendidos por las mismas personas.
Muchas gracias, Sr. Neri. Lo mismo digo. Lo de los horarios he preferido obviarlo porque desconozco qué dice la normativa respecto a esos horarios. Quizás sean legales, aunque lo dudo.
EliminarCreo que a ningún español le gusta las tiendas de los chinos, pero hay que reconocer que tienen de todo, pero todo todo. Yo encima me he aficionado a comer en el chino.
ResponderEliminarTienen de todo, pero la calidad de las cosas brilla por su ausencia. Al final hay que ir a la ferretería de toda la vida, y has acabado pagando dos veces por lo mismo. Yo compré en los chinos una cuerda de tender y no soportó ni dos lavadoras. Nunca más.
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