Si lo de emigrar ya es duro por dejar a la familia, los amigos y los amores, la sensación de soledad alcanza cotas inimaginables cuando uno se sienta a la mesa y descubre que el plato estrella es una coliflor cocida con guarnición de guisantes hervidos y pan de pita para empujar. Todo acompañado de un sugerente zumo de ocho vegetales. Un empujoncito al suicidio como otro cualquiera. Normal que a esa sensación la hayan llamado gastromorriña.
Encontrarse en semejante situación y recibir, sin esperarlo, sobres de jamón Cinco Jotas cortado a mano y botellas de anís o de Magno reserva, tiene que ser para saltarse las lágrimas, y más en unas fechas como esas donde mientras los de allí tragaban codillo y repollo, nosotros aplicábamos la ley del pobre ante el cordero asado, los carabineros a la plancha, las sopas de marisco y demás manjares.
Osborne ya se lució de por vida con el toro en las carreteras, y es de agradecer empresas que sigan haciendo patria y que se ponen en la piel de los que están fuera a la vez que hacen marca, pues ya dice el refrán "cuando comas fruta, acuérdate de quien la siembra".
A mí también me parece un gesto muy bonito el de Osborne.
ResponderEliminarY pensar que el ministrín Borrell se lo quería cargar... Todo lo que tenga tufillo a español tiene los días contados.
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