jueves, 24 de abril de 2014

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La profesión va por dentro

Uno mira a su alrededor, ve lo que estudió y lo que estudiaron los amigos, familiares y compañeros de trabajo, y se plantea serias dudas acerca del sistema educativo de hace ya unos cuantos años y del sistema laboral de no hace tantos.

Arquitectos dando clases particulares de dibujo técnico, licenciados en Filosofía atendiendo llamadas en una plataforma telefónica de atención al cliente, periodistas con matrícula de honor sacando la cartilla del taxi, psicólogos haciendo fotos de bodas y comuniones, ingenieros deportados al norte de Europa o Canadá, filólogos ejerciendo de profesores en una academia de inglés a seis euros la hora, titulados en Farmacia trabajando de mancebos repartiendo medicamentos a lomos de un ciclomotor... Y estos los que tienen trabajo. La procesión tal vez, pero la profesión en muchos casos sí va por dentro. Y se deja ver bastante poco.

¿Cuánta gente cercana a nosotros trabaja en aquello para lo que fue formado académicamente? Poca. Y, obviamente, al trabajar en algo distinto a lo visto en la facultad, nunca se va a adquirir experiencia en lo estudiado, y sin experiencia nadie nos va a contratar. Así que, sin casi darnos cuenta, nos encontramos montados en una espiral que cada vez gira más rápido, y para cuando nos queramos preguntar eso de "¿pero qué hago yo aquí subido?" nos habrán bajado a la fuerza y tocará eso tan manido ahora de reinventarse, eufemismo de buscarse la vida por otros derroteros.

Yo siempre había oído que lo que se haga entre los treinta y los cuarenta años será lo que se haga toda la vida, pero a esta frase también le ha llegado la hora de reinventarse.

8 comentarios:

  1. Post muy agudo. Dos cosas:

    Todo esto se explica simplemente por la inflación de titulados universitarios que padecemos en España. Es materialmente imposible que todos los licenciados, arquitectos e ingenieros de este país trabajen de lo suyo.

    "Lo que se haga entre los treinta y los cuarenta años será lo que se haga toda la vida". No sé si entiendo bien la frase, pero lo que es evidentísimo es que el que a los 35 años no esté trabajando de lo que estudió, ya jamás va a hacerlo. Es así de duro.

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  2. Otra cosa que nos tendríamos que preguntar muy en serio es si un crío de 18 años está capacitado para escoger la titulación universitaria que le servirá para trabajar el resto de su vida. Parece obvio que no, tal como demuestran los hechos que usted tan bien describe.

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    1. Cierto. Hay más titulados que trabajos va a haber nunca. Eso es. Si entre los 30 y los 40 haces un trabajo determinado, es muy probable que ya hagas eso siempre. Y, obviamente, si entre esos años no has hecho nada, poco vas a hacer, o por lo menos relacionado con lo que se haya estudiado
      Particularmente creo que para tener claro lo que se quiere estudiar a los 18 años hay que disfrutar de una madurez fuera de serie, o unos criterios muy marcados y vocacionales en el seno familiar.

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  3. Iba a decir lo mismito que lo último que hadicho Al Neri. A los 18 (o antes, que es cuando tienes que decidir si ciencias o letras, al menos en mi época) no tienes nidea. Mírame a mí, que empecé arquitectura y acabé en filología y luego haciendo cursos varios de fotografía. Puedes saber si tal asignatura o cuál te gusta, pero no tener muy claro "qué quieres ser de mayor".
    Eso sí, no sé qué se podría hacer... ¿trabajar unos cuantos años de camarero y ponerte a estudiar lo que realmente te gusta a los 30? No sé yo.

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    1. ¡Cuánto tiempo, Carolina! Una posible solución puede ser el sistema que emplean en EE.UU. Yo estudié un par de años allí y había asignaturas en el colegio (de menos valor que las habituales) como taller mecánico, redacción de un periódico o incluso debate, lo que por lo menos ya nos puede ayudar a ver qué se nos da bien o de qué conviene huir cuando todavía se está a tiempo.

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    2. Cierto. La verdad es que una cosa con la que siempre alucino bastante con los americanos es la soltura que tienen para hablar y opinar de cualquier cosa (al menos con los que yo me he topado) y siempre le he echado la culpa a la cosa esa del debate que les gusta tanto (es que he visto muchas pelis, y lo que dicen las pelis siempre es cierto, sobre todo si se repite la misma estampa una y otra vez en largometrajes diferentes).

      Pero bueno, para huir siempre estamos a tiempo, hombre. Que algunos nos aburrimos de hacer siempre lo mismo.

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  4. Esa dura realidad que describes, en la que algunos nos podemos sentir más aludidos que otros, es sólo una manifestación más del convulso proceso de cambio que estamos viviendo. Estudios del viejo régimen no casan bien con la realidad laboral del nuevo régimen. A veces incluso me pregunto si las personas mismas encajan en ese nuevo mundo hacia el que vamos. Pero el caso es que las referencias y valores de antes ya no valen, y los de mi generación nos sentimos abrumados ante la siguiente duda: ¿y qué puñetas le recomiendo yo a mis hijos? Porque a ver quién es el guapo que, ante tanto cambio, se atreve a dar un consejo, cuando los que nos daban a nosotros hace 20, 30 ó 40 años han caducado tan pronto.

    Mi salida, en particular, ha sido nunca abandonar lo que estudié, aunque no haya trabajado en ello.

    Un saludo.

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    1. Gente con amplios y diversos estudios como tú son un claro ejemplo. Es desesperante. Pero aplaudo tu postura. Creo que lo mejor que se puede enseñar a unos hijos ante semejante situación es el valor de la constancia, del esfuerzo y de la persistencia. Y si hay que cambiar de rumbo, se cambia, pero no se abandona el barco.

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