jueves, 26 de marzo de 2015

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Vestir de falsificaciones

Cada vez es más frecuente encontrar todo tipo de personajes foráneos y nacionales vendiendo en la calle ropa y complementos, imitaciones de marcas de primera categoría y haciendo buena caja. ¿Qué hay en los plagios para que tengan tanta demanda?

Versiones baratas de bolsos de Bimba y Lola o Louis Vuitton, supuestos polos de Lacoste o Ralph Lauren, relojes que pretenden pasar por Omega, Cartier y Rolex o pañuelos de Gucci que poco tienen que ver con los originales. Artículos de ínfima calidad pero que, según se lee en este artículo, resultan atractivos para más de cinco millones de personas en España. 

Lo de aparentar nos pone, y mucho. Hay mujeres que tienen más de una decena de bolsos de imitación, cuando por ese precio ya hubiesen comprado uno de los verdaderos. Y fanáticos de la exactitud suiza que guardan en su mesilla una colección de réplicas mientras siguen buscando la reproducción perfecta del Omega o el Patek Philippe de sus sueños, sin querer ver que con lo desembolsado en dichas réplicas ya tendrían pagado más de la mitad del auténtico.

Nuestra actitud positiva  hacia estas imitaciones demuestra que no valoramos el beneficio de esos productos hacia dentro sino hacia fuera. No buscamos el efecto que produce en nosotros, bien sea como recompensa, premio, sensación de poseer algo exclusivo, infalible, legendario o mítico. Lo que buscamos es que los demás se lo crean y nos sitúe un peldaño más arriba de lo que nos merecemos en la escala adquisitiva. Nada más triste que ver en alguien un Rolex al que se le cae la manecilla del segundero, un bolso al que se le deshacen las asas o una camisa de supuesta primera marca que a la semana luce pelotillas del tamaño de guisantes.

Las cosas buenas tienen su precio y hay que poder pagarlas. Y si miramos a largo plazo, acaban resultando menos caras de lo que parecían. Y si no se puede, no pasa nada. Afortunadamente hay productos para todos los bolsillos. Pero nada peor que el quiero y no puedo. Intentar aparentar a base de fraudes, nos acabará dejando en mal lugar.

Porque además, por mucho que queramos pensar de otro modo, los que se mueven de modo habitual en ese entorno en el que queremos pasearnos, distinguen perfectamente el gato de la liebre. 

6 comentarios:

  1. Puede que haya ocasiones en lo que le gusta a la gente es el diseño, y no la marca en si.
    Yo por ejemplo he renunciado a comprarme unas gafas que me gustaban mucho porque llevaban la marca muy visible en las patillas, con bandera incluida.

    Lo que si es cierto es que la calidad que tienen muchas prendas de marca no la tienen ni de casualidad las imitaciones, porque no se suele pagar solo la marca.

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    1. Generalmente suele ser así, Jalbert. Las prendas de marca se hacen famosas precisamente por esa calidad, que es la que con los años hace que sean marcas de prestigio. Y a la larga suelen ser más baratas.
      Otra cosa son esas marcas de temporada que ponen de moda los famosetes y que, tras un par de años, desaparecen como por arte de magia, tras haberse llenado los bolsillos.

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  2. Sí y no. Depende de lo que pretenda cada uno. Tan patético me parece que alguien que lleve imitación pretenda que nos creamos que es lo que no es; como la que pregona que su bolso es el verdadero y te enumera las diferencias para identificar los falsos. Una cosa es que tu vistas entera de ropa de marca de imitación, a que vistas normal y te haya gustado un bolso de imitación y te lo compres.

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    1. Aprendiz, sigo sin entender lo del bolso de imitación. Es como esa empresa (que existe) que se dedica a montar carrocerías como las de Ferrari en vehículos normales. ¿Al final que tienes? Las cosas de imitación queriendo pasarlas por verdaderas catalogan rápidamente a su propietario.

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  3. Hace años un familiar me trajo de China un "Trólex" (un rólex falso). Era clavadito al original, solo que pesaba mucho menos. A mí me daba cierto corte ponérmelo, por si alguien notaba que no era auténtico y me sacaba las vergüenzas. Así que solo me lo ponía algún domingo, en casa con la familia. Pero un lunes se me olvidó quitármelo y me presenté al trabajo con él, y cuando estaba despachando con mi jefe se me quedó mirando la muñeca y me dijo, anda, mira, qué rólex más chulo. Me pidió verlo de cerca y entonces me apresuré a confesar que era más falso que judas, pero me dio bastante corte.

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    1. Muy bueno. De todos modos, y esto lo he visto muy de cerca, te traen un Trólex de China, lo dejas en el cajón y dos años después sigue funcionando perfectamente. En ese tiempo, el original ya ha pasado dos veces por quirófano, y a un precio que asusta.

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