jueves, 9 de enero de 2014

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La hora de guardar el abeto

Qué gran contraste el que hay entre la alegría del día de montar el abeto y el belén, y la tristeza y melancolía del día que lo quitamos. Una especie de resaca en forma de figuritas de barro y bolas doradas que cuesta un rato superar.

Quitar el árbol de Navidad y el Belén es un ejercicio de una gran pereza. Por este motivo, hay gente que el mismo seis de enero por la tarde, una vez recibida la visita de los Reyes, y puesto el zapato de nuevo en su armario correspondiente, procede a guardarlo en el trastero lo antes posible. Y es que no hay nada más decadente que ver pasar enero con el
árbol en el salón, con sus luces apagadas, las guirnaldas en retirada y los restos de tierra alrededor de la maceta. Recuerdos de lo que fue y ya pasó.
Mediados de diciembre es como cuando se empieza a salir con una novia. Todo lo bueno está por llegar: montar el árbol entre varios, buscar huecos en la agenda donde cuadrar todas las citas pendientes, intercambiar lotería, recibir participaciones, comprobar en los movimientos del banco que la paga extra mantiene su puntualidad británica, apuntar horas de aterrizaje de amigos y familiares, ilusiones por reencuentros esperados, localizar el regalo perfecto para una persona especial, niños desbordando alegría contagiados de la hiperactividad de los adultos....

Y el día siete sufrimos nuestra pequeña derrota de Napoleón en Waterloo. Bola a bola, y figurita a figurita, vamos recordando los días pasados, con una mezcla de nostalgia por lo que ya pasó y de remordimiento por lo que podríamos haber evitado y que nos va a costar unos meses eliminar de nuestra cintura.

Afortunadamente la sensación dura poco, pues arranca el momento de los eternos retos: dieta, inglés y tabaco.

7 comentarios:

  1. Anónimo9/1/14 09:46

    Hay algo peor: que otros monten todos los adornos y luego sea uno mismo el que tiene que recogerlos. Y cuando el que monta no es el mismo que va a desmontar no se tiene cuidado en poner las cosas de modo que luego sea fácil quitarlas. No sigo porque estamos a día 9 y aún tengo el salón que parece un Carrefour.

    Un saludo.

    Llorente.

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  2. El comentario de Llorente alcanza un nivel insuperable de genialidad y pone el dedo en la llaga. Qué fácil es montar chismes, ensuciar, desordenar y joder la marrana cuando luego van a ser otros los que lo limpien o recojan.

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  3. Lo suyo es que lo que se monta a medias se desmonte a medias. De ese modo se comparte lo bueno y lo malo y se es consciente del incordio que es crear determinadas estructuras y lo que supone tirarlas abajo.

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  4. Me reconozco extremadamente ordenada, por defecto, para todo y, en especial para estas cosas. Guardo escrupulosamente las bolas clasificas por materiales (cristal, purpurina, estampados...) y hago lo mismo con las figuritas del Belén aunque no me rijo por el mismo orden a la hora de comprarlas (cada una pertenece a una escala diferente) de modo que en ocasiones, las gallinas son más grandes que los camellos y los pastores más que las casitas...
    Los centros de piñas y adornos varios los guardo en las cajas bonitas de los roscones.

    Detesto el desorden. Me gusta agrupar las cosas con sentido.

    P.D. Solo compro las cocacolas que tienen mi nombre, pero dejo las estanterías del super muy ordenaditas cuando acabo. :))

    ...manías!

    Feliz Año, Carlos.


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    1. Lo de las figuritas desproporcionadas es casi una tradición en muchas casas, al igual que meter muñecos con calzador, por el hecho de tener una escala aproximada a la del belén. En mi casa perdimos el Niño Jesús y durante un par de años descansó en la cuna la figurita de un pingüino que salió en un roscón.

      Feliz y ordenado 2014, Nagore.

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    2. Intolerable lo del pingüino.

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    3. Intolerable e irreverente, pero en mi casa hay mucho pagano.

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