Por Llorente
Antes de que existieran Internet, Youtube
y los blogs, la única manera de dejar de ser un mierda para nadar en la
abundancia en cuestión de horas pasaba irremediablemente por una recalificación
de terrenos, unas acciones que se revalorizaban de modo espectacular, la
inversión en un negocio ruinoso que de repente resultaba ser una gran
oportunidad u otras sospechosas maniobras por el estilo. Eran (y siguen siendo)
cosas que no estaban al alcance de cualquiera, y el ciudadano medio tenía
siempre la idea de que detrás de todo eso había algo delictivo a una escala que
se le escapaba.
Desde que tenemos más ojos para el
monitor que cabeza para pensar, nuevas formas de pelotazo han irrumpido en
nuestra sociedad. Exitazos tan brillantes como súbitos que se suelen publicitar
con la idea implícita de que a cualquiera le podía haber pasado: casi nadie
puede comprar unos terrenos supuestamente no edificables en la Plaza de Castilla, pero todo
el mundo puede tener un blog, subir un vídeo a Youtube o inventarse un
programita informático.
Eso de que un menda normal, un día normal
y desde su casa normal sube un vídeo bobo a Youtube, consigue no sé cuántos
millones de visitas y en una semana le llueven millones de dólares, aparece
entrevistado en el noticiario y recibe ofertas de trabajo de las que no existen
para los verdaderos profesionales, o que un tipo similar publica una obviedad
en su blog que llama la atención de un montón de importantes instituciones y lo
llaman para colaborar con los más prestigiosos doctores de la materia, eso puede
colar una vez, dos, pero no más.
Como en los grandes pelotazos de los años
predigitoelectroinformáticos, algo
tiene que haber detrás, algo que no vemos y que se nos escapa, pero que se
puede intuir.
Sería recomendable dejar de transmitir la
falsa idea de que un momento de inspiración o la suerte de que alguien
importante se fije en nuestra pequeña obra nos puede resolver la vida, en lugar
de valorar la solidez de toda una trayectoria como tarjeta de visita, porque el
éxito grande y rápido como modelo vital es tan atractivo como peligroso. Ya se
vio en los 80 y, como las cintas de cassette o los vinilos, volvemos a verlo
ahora, pero pasado por el filtro digital.
No soy tan escéptico como usted, Llorente. Internet puede dar (a mí me las ha dado) muchas sorpresas y alegrías inesperadas. Eso sí, los casos a que usted se refiere son raros y probablemente sí haya algo raro detrás.
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